Confieso que antes era una dejada de lo peor: dejé que Cristina restringiera mis conversaciones con las demás niñas de 2º de primaria, dejé que Patty se burlara de mi bolsa de vaquita en 5º y dejé que Carolina me dijera estupideces no sé cuántos años entre la primaria y la preparatoria. No puedo, ni quiero recordar todas las cosas con las que me dejé hacer daño.
Pero un día me cansé y no me dejé más: rompí en pedazos la calculadora de mi hermano, aventé un cassette contra la pared y quedó hecho añicos, me fui de viaje sin avisar y otra cantidad de cosas que no se esperaban de mí.
Aprendí a defenderme y a sostener mis razones, a defenderlas a pesar de las broncas, las críticas y las etiquetas. Destruir la ceguera ajena, defender mi dignidad y denunciar el desequilibrio adquieron un nuevo relieve.
Y es que cuando una ha sido una dejada, dejarse de nuevo es una traición al alma. Simplemente no sé puede. Cuando de plano nos lo callamos es por pura y mera estrategia: por el trabajo, por la conveniencia, por la venganza aplazada.
Y aunque la gente piensa ¿cómo puedes vivir de esa manera? yo obtengo un tremendo alivio cada vez que hagoun coraje: viene la molestia, se saca la molestia y adiós molestia. Ya no hay por qué almacenarla y clasificarla junto con todos los traumas de la infancia, ya no está dándonos vueltas todo el tiempo y atiborrándonos de hubieras.
Hasta aquí todo iba bien, pero tarde o temprano una se ablanda y el corazón lo arruina todo. Porque una vez que se ama en serio, tener la razón vale un pimiento. Porque cuando una reclama y pone en evidencia las faltas de la persona amada, se lastima justamente lo que más nos importa y el golpe se nos viene directo a la cara, aturdiéndonos por completo.
Una termina pidiendo perdón, dándose de topes contra la pared, deseando no tener la razón nunca más, deshacer lo dicho y dejarse de tonterías de una buena vez por todas, con tal de no volver a herir su pecho con la punta de una duda, con tal de no provocar nunca más una sola de sus lágrimas.
Y es que de pronto parece como si volviera a la primaria y el golpe fuera tan duro y tan fuerte, con un dolor recién estrenado, como si fuera algo que nunca antes me hubiera atravesado.
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