7.4.07

Cuatro bodas y un funeral

En la escena del funeral, el mejor amigo habla del difunto y recita un bellísimo poema de W.H. Auden que revela que eran mucho, mucho más que amigos.



Que paren todos los relojes

Que paren todos los relojes, corten el teléfono.
Eviten que el perro ladre dándole un hueso jugoso.
Silencien los pianos y con un sonido suave
traigan el ataud, dejen venir a los deudos.
Permitan a los aviones dar círculos en lo alto
escribiendo en el cielo el mensaje: ella está muerta.

Coloquen crespones alrededor de los cuellos blancos
de los servidores públicos,
permitan usar guantes negros de algodón a los policías.

Ella era mi norte, mi sur, mi este y mi oeste;
mi semana de trabajo y mi domingo de descanso,
mi mediodía, mi medianoche, mi conversación y mi canción.
Pensé que el amor duraría para siempre, me equivoqué.

Ahora no se necesitan las estrellas, sáquenlas todas;
llévense la luna y desmantelen el sol,
vacíen el océano y limpien el fondo,
pues nada ahora podrá ser como antes.

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