Casualidades

Ayer tuve un pésimo día en el trabajo. Tuve dos errores importantes: uno muy notorio y muy grande y el otro pequeño pero tonto. Me sentí del súper nabo y bueno, todavía me pesa. Siento que no paro, que aquí sigo, que lo entrego todo... pero que cuando parpadeo, cuando hago una pausa para tomar aliento, cuando me distraigo un segundo, algo malo pasa. Y no sólo algo malo, sino algo muy, muy malo.

Pero bueno, hoy fui a servirme agua al botellón y junto a mí estaba un fotógrafo. ¿Alguna vez te ha pasado que una persona, que ni al caso contigo, llega y te dice justo lo que necesitabas oir? Yo a Héctor ni lo conozco, creo que en toda mi estancia en la empresa he cruzado 5 palabras con él, pero hoy hablamos el doble. Llegó, me saludó, me preguntó cómo estaba, cómo iba el trabajo pero luego, y no sé qué le movió para decirme:

-Es lo malo de ser bueno en el trabajo: te dan todo a ti porque los demás no lo hacen bien, entonces terminas trabajando mucho más, pero lo peor es que cuando tú tienes algún error, por muy pequeño que sea, todo mundo lo nota, lo hacen más grande y te sientes de la chingada...

Puse una cara de asombro y Héctor se detuvo:

-¿No? ¿Dije algo que no es?
-No, no, no, está bien, sólo me recordaste algo...

Tomé mi agua y me fui, pero aliviada por una comprensión que no me esperaba.