Me habían recomendado que operara a Xena, para no acabar con múltiples gatos, pero igual me habían dicho que era bueno que al menos tuviera un ciclo reproductivo, así que yo la dejé ser.
Con el tiempo empezó a engordar, pero yo ignorante como era, no estaba segura de si estaba embarazada o no. En agosto, poco antes de que Xena cumpliera un año, me fui de viaje.
Estuve fuera una semana y para cuando regresé, Xena estaba más gorda que nunca. Mi mamá me dijo que todo el tiempo estuvo lloriqueando, que iba, que le pedía su comida y que la veía medio desorientada por mi ausencia.
En la madrugada de ese día, Xena tuvo a sus gatitos. Mi mamá la vio bajo un sillón de la sala y me despertó. Ya habían tres mini-gatitos junto a ella. La Xena juguetona que yo conocí, era ahora una orgullosa madre protectora. Me tocó ver cómo nació el último gatito, que estoy casi segura, era la Nené.
Durante varios días, mi mamá, uno de mis hermanos y yo, nos acostábamos en el piso para verla cuidar a sus gatitos: Bobito, Marthita, Manchitas y Nené.
Un buen día, se cansó de ser el espectáculo y uno por uno, tomó a sus gatitos y los subió a mi cuarto, depositándolos en un rincón de mi clóset donde guardo la ropa que ya no uso.
Por un tiempo, mi cuarto se volvió el hogar de 5 gatos y un completo desmadre. A veces estaba dormida y me despertaban un par de gatitos que peleaban entre mis piernas, dándome pequeños arañazos.
Mi mamá me dijo que tenía que regalarlos, que no podía seguir viviendo así y comenzó el exilio gatuno.
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